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viernes, 1 de marzo de 2013

Jefe: ¡Obsérvese!

“Una gerente prepotente, un grupo en apariencia obediente”. “Un jefe hablador, un equipo sin voz”. “Un director descontrolado, un equipo desordenado”. ¡Qué difícil es crecer como organización bajo la dirección de personas de buenas y variadas cualidades pero con alguna actitud específica que tiende a estropear sus propias y sanas intenciones. ¿Es usted, o tiene cerca un jefe que si tan solo se observara a sí mismo en forma crítica, comprendería el impacto negativo de esa actitud en su propio equipo?

Identifiquemos comportamientos típicos que afectan los buenos propósitos. Ante el deseo de que el equipo se oriente a resultados apremiantes, el gerente ejerce un monopolio en ideas, pero sobre todo en el uso de la palabra; esto estanca el espíritu de pertenencia, desestimula el pensamiento creativo y resquebraja el compromiso ante una tarea o proceso que los miembros del equipo no ayudaron a definir. Los propósitos y acciones pasan a ser las del jefe y no las de todos. ¿Es tan difícil escuchar otras propuestas, procesarlas en conjunto y emprender un camino con el entusiasta apoyo colectivo?

En otros casos, la persona que dirige goza de buena imagen como tal, pero al gestionar reuniones, decisiones y actividades suele ser complicada para discutir planteamientos, pues es errática, desordenada y no mantiene el hilo de los temas para llegar a conclusiones. Es más, sus compañeros de equipo salen de sus reuniones más confundidos que como entraron. Los constantes y contradictorios cambios en prioridades crean un ambiente de viaje sin dirección, y esto drena la energía para avanzar. ¿Qué tal si esa persona y el equipo se detuvieran para definir los que entienden por conversaciones efectivas, constructivas y poderosas y luego todos ayudaran a crear el hábito de aplicar sus acuerdos al respecto?

Todos conocemos ejecutivos con talento y visión para llevar adelante al equipo con un envidiable espíritu emprendedor. Sin embargo, en ciertos casos ellos mismos padecen de la mala costumbre de descalificar, directa o indirectamente, incluso en público, a quienes se atrevan a discrepar con algún proceder suyo o del equipo. El chisme, el sarcasmo y el irrespeto hieren la motivación y generan tensión. ¿No podría ese jefe nombrar una persona con “amnistía” para hacerle notar sus imprudencias cuando las cometa?
Las expresiones inoportunas, las sorpresas desagradables u otros comportamientos específicos como señalar constantemente los errores sin reconocer los aciertos, afectan la confianza, credibilidad y habilidad para inspirar al equipo hacia el alto desempeño.

Jefe: Un pequeño cambio en usted tendrá un gran impacto en su equipo. ¿Qué tal si hace un alto, se observa a profundidad, analiza las emociones de sus colaboradores cuando actúa así y se da la oportunidad de rectificar para dejar de ser un jefe y convertirse en un excelente líder?

Fuente: Publicado por German Retana el día 11 feb, 2013. Para ir a su página haga click aquí.

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